Con años de trayectoria y sin demasiados competidores,
Juana se destaca por sobre los demás boliches al ser elegido por la comunidad
gay.
Por Bruno Vázquez
Ubicado en el número 775
de la calle 44 de la ciudad de La Plata se encuentra el disco-bar Juana, uno de
los pocos boliches gay que se pueden encontrar en la ciudad de las diagonales.
Su fachada esta pintada de un pulcro color blanco y con unas rejas de un no tan
impecable color gris que marcan la entrada al lugar. En esta hay una pequeña
lona, seguramente para los días de lluvias aunque parece ser solo para los
empleados del establecimiento. Arriba de esta se encuentra un reflector que
ilumina la entrada con un fuerte color blanco.
Los jopos son la moda
imperante entre los presentes, tanto hombres como mujeres
Dos chicos y una chica
bailan juntos en la pista. Se abrazan, se besan. No sienten la represión que
podrían encontrar en otros ambientes sociales. Mientras tanto el DJ, con un
trago en la mano, marca el ritmo desde su cabina ubicada en frente de ellos.
Recorriendo el bar con un
pincel y una botellita de tintes, un joven con la cara pintada va haciendo
dibujos en los rostros de todo aquel que esté dispuesto.
Varias personas llevan
gafas oscuras, quizás para proteger sus ojos de los flashes de las luces
multicolores, ubicadas en el suelo y en el techo del lugar, que incesablemente
iluminaban la noche.
Las bebidas energizantes
parecen ser las más elegidas a la hora de acompañar un trago. Dos barras, sobre
ambos costados, proveen de estos y otros brebajes.
Con más de una década,
Juana se ofrece como un lugar en donde la diversidad no es un impedimento a la
hora de socializar o pasar un buen rato entre amigos.
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