viernes, 15 de noviembre de 2013

Unión legal y espiritual

Entrevista a Esteban Conde Ferreyra

Tiene 31 años, es de la ciudad de Córdoba y vino a La Plata en el año 2000 para estudiar. Se recibió de Dirección Coral y trabaja en la Secretaría de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Bellas Artes. Está en pareja desde hace 6 años y el primero de marzo último pudo celebrar su casamiento tanto en el registro civil como en la Iglesia Luterana.

Por Marco Caponera

  
¿Qué pensás del matrimonio igualitario desde tu experiencia?

-Como primer paso de igualdad me parece que es fundamental el reconocimiento del Estado, que ahora la posibilidad de elegir casarte, formar una familia o de adoptar. Ahora uno si quiere se casa o no, pero la elección queda en él. La posibilidad de casarme con un varón o una mujer la elijo yo y el Estado me respalda.

¿Militaste en la lucha por la sanción de la Ley?

-No exclusivamente dentro de organizaciones. He participado en marchas y estuve muy activo dentro de la facultad al momento de debatir, de charlar con referentes, con la familia, de enojarme mucho con las personas que hablaban con tanta maldad de algo que no los afectaba directamente.

¿Pensás que hubo un cambio en la sociedad desde su sanción?

-Realmente cambió mucho en la cabeza de uno, de la familia, de los amigos. Lo que pasó con la Ley es que puso en debate el tema entre las personas que todavía no lo aceptan o les genera rechazo. Hay gente que todavía piensa que la homosexualidad es una enfermedad, pero ahora, al tener el respaldo del Estado, se cuidan porque ya saben que es una discriminación. Es algo que tiene que ver con las creencias, la tradición. Son cambios culturales fundamentales que se van a ir dando con el tiempo, pero el avance en la sociedad es muy grande. Especialmente en las nuevas generaciones.

¿Cómo fue casarse por Iglesia y por qué decidieron hacerlo?

-Nos casamos por la Iglesia Luterana. Juan (su esposo) dirige un coro femenino en la Iglesia Luterana acá en La Plata y formamos una gran amistad con la pastora.
Ellos al casamiento no lo ven como un sacramento, sino como una bendición. Ella quería bendecirnos como regalo de bodas y aceptamos con mucho gusto.
La verdad que fue algo muy especial. Tuvimos reuniones con la congregación de la Iglesia y no hubo ningún problema, nos aceptaron en un ratito. Sólo una señora mayor nos comentó que le costaba aceptarlo pero no era quien para oponerse.
La ceremonia se celebró en el mismo momento en que firmábamos la libreta y fue muy emotivo porque tuvimos a la vez el reconocimiento del Estado y de la Iglesia. La misma jueza se sentía muy emocionada porque era la primera vez en la que ella participaba de un hecho en el que se producían ambas uniones, y encima era en un casamiento homosexual.

¿Lo pensaron como la posibilidad de enviar un mensaje?

-Hubo una instancia de querer abrirnos como un hecho para comunicar, pero decidimos dejarlo como un algo íntimo y no exhibirnos de esa manera. Primero porque ninguno de los dos somos luteranos y sería contradictorio querer exponerlo como el primer casamiento homosexual de la iglesia, por ejemplo; y segundo que era algo que queríamos compartir con nuestras familias y amigos.

¿En qué ámbitos pensás que todavía falta que se produzca un cambio en cuanto a la igualdad de derechos?

-Faltan algunas cosas. Por ejemplo, yo cuando me casé la libreta de matrimonio aclara cual de las partes es la femenina y cual la masculina. En la libreta está tachado y dice “corrección”. No están las libretas para que se casen dos hombres, ni tampoco dos mujeres porque es lo mismo, tendrían que tachar al otro sexo en la libreta para que desde lo administrativo se pueda llevar a cabo.
Al momento de solicitar el trámite en el registro civil, notas que el personal se pone incómodo al no tener la posibilidad de anotarte como corresponde. De la sanción de la Ley ya pasaron tres años y eso sigue así. Uno puede entender que es una cosa administrativa, pero tres años después sigue así y es algo que se podría haber corregido. Son detalles mínimos, pero que hacen una gran diferencia.
También faltan algunas luchas en cuestiones culturales y educativas, por ejemplo la enseñanza sexual en las escuelas. Siguen enseñando sobre cuidado y prevención de enfermedades o del embarazo, pero no habla de identidad de género o de cambiar el estereotipo tradicional familia con un hombre como papá y una mujer como mamá.

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