Tiene 31 años, es de la ciudad de Córdoba y vino a La
Plata en el año 2000 para estudiar. Se recibió de Dirección Coral y trabaja en
la Secretaría de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Bellas Artes. Está en
pareja desde hace 6 años y el primero de marzo último pudo celebrar su casamiento tanto en el registro civil como en la Iglesia Luterana.
Por Marco
Caponera
¿Qué pensás del
matrimonio igualitario desde tu experiencia?
-Como primer paso
de igualdad me parece que es fundamental el reconocimiento del Estado, que
ahora la posibilidad de elegir casarte, formar una familia o de adoptar. Ahora
uno si quiere se casa o no, pero la elección queda en él. La posibilidad de
casarme con un varón o una mujer la elijo yo y el Estado me respalda.
¿Militaste en la
lucha por la sanción de la Ley?
-No
exclusivamente dentro de organizaciones. He participado en marchas y estuve muy
activo dentro de la facultad al momento de debatir, de charlar con referentes,
con la familia, de enojarme mucho con las personas que hablaban con tanta
maldad de algo que no los afectaba directamente.
¿Pensás que hubo
un cambio en la sociedad desde su sanción?
-Realmente cambió
mucho en la cabeza de uno, de la familia, de los amigos. Lo que pasó con la Ley
es que puso en debate el tema entre las personas que todavía no lo aceptan o
les genera rechazo. Hay gente que todavía piensa que la homosexualidad es una
enfermedad, pero ahora, al tener el respaldo del Estado, se cuidan porque ya saben
que es una discriminación. Es algo que tiene que ver con las creencias, la
tradición. Son cambios culturales fundamentales que se van a ir dando con el
tiempo, pero el avance en la sociedad es muy grande. Especialmente en las
nuevas generaciones.
¿Cómo fue
casarse por Iglesia y por qué decidieron hacerlo?
-Nos casamos por
la Iglesia Luterana. Juan (su esposo) dirige un coro femenino en la Iglesia
Luterana acá en La Plata y formamos una gran amistad con la pastora.
Ellos al
casamiento no lo ven como un sacramento, sino como una bendición. Ella quería
bendecirnos como regalo de bodas y aceptamos con mucho gusto.
La verdad que
fue algo muy especial. Tuvimos reuniones con la congregación de la Iglesia y no
hubo ningún problema, nos aceptaron en un ratito. Sólo una señora mayor nos
comentó que le costaba aceptarlo pero no era quien para oponerse.
La ceremonia se
celebró en el mismo momento en que firmábamos la libreta y fue muy emotivo
porque tuvimos a la vez el reconocimiento del Estado y de la Iglesia. La misma
jueza se sentía muy emocionada porque era la primera vez en la que ella
participaba de un hecho en el que se producían ambas uniones, y encima era en
un casamiento homosexual.
¿Lo pensaron
como la posibilidad de enviar un mensaje?
-Hubo una
instancia de querer abrirnos como un hecho para comunicar, pero decidimos
dejarlo como un algo íntimo y no exhibirnos de esa manera. Primero porque
ninguno de los dos somos luteranos y sería contradictorio querer exponerlo como
el primer casamiento homosexual de la iglesia, por ejemplo; y segundo que era
algo que queríamos compartir con nuestras familias y amigos.
¿En qué ámbitos
pensás que todavía falta que se produzca un cambio en cuanto a la igualdad de
derechos?
-Faltan algunas
cosas. Por ejemplo, yo cuando me casé la libreta de matrimonio aclara cual de
las partes es la femenina y cual la masculina. En la libreta está tachado y
dice “corrección”. No están las libretas para que se casen dos hombres, ni
tampoco dos mujeres porque es lo mismo, tendrían que tachar al otro sexo en la
libreta para que desde lo administrativo se pueda llevar a cabo.
Al momento de
solicitar el trámite en el registro civil, notas que el personal se pone
incómodo al no tener la posibilidad de anotarte como corresponde. De la sanción
de la Ley ya pasaron tres años y eso sigue así. Uno puede entender que es una
cosa administrativa, pero tres años después sigue así y es algo que se podría
haber corregido. Son detalles
mínimos, pero que hacen una gran diferencia.
También faltan
algunas luchas en cuestiones culturales y educativas, por ejemplo la enseñanza
sexual en las escuelas. Siguen enseñando sobre cuidado y prevención de
enfermedades o del embarazo, pero no habla de identidad de género o de cambiar
el estereotipo tradicional familia con un hombre como papá y una mujer como
mamá.
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